jueves, 24 de junio de 2010

Fin de curso


Como cada año por estas fechas, ponemos fin a un curso escolar. Han sido meses de trabajo, de días malos, muchos buenos, por suerte… Expectativas que no se cumplen, muchas que sí, tanto del alumnado como de nosotros mismos, los maestros y maestras, así como padres y madres. En algunos casos, estos dos últimos coinciden, además de padre, eres maestro.
El final de curso se suele hacer “pesado”, aunque por otro lado confluyen muchos sentimientos de empatía, recuerdos de todo un curso escolar con muchas anécdotas que contar, de compañerismo entre los que cada día intentamos que nuestros niños y niñas valoren el aprendizaje como una manera de ser libres en un futuro, de tener opción de elegir que querrán ser de mayores, en un mundo que cada vez es más complejo y exigente con todos. También con la escuela.
La alegría de que llegue el verano y las vacaciones, contrasta con la tristeza de la despedida de, compañeros que irán a otros colegios a seguir aportando sus conocimientos e ideas, así como del alumnado que cierra una etapa en su formación y se despiden de ti, con lágrimas en los ojos y una sonrisa de agradecimiento por las clases que han compartido contigo. Vuelven en cursos posteriores, para saludarte, y contarte como les va. Algunos, con orgullo, te cuentan que siguen haciendo deporte, a muy buen nivel, y con constancia, lo tienen como un hábito fundamental en sus vidas. Los has tenido desde que, en mi caso, tienen 5 años, y en algunos casos, los juegos en la escuela, o el conocimiento de simples normas de comportamiento, básicas para la mayoría, sólo la han tenido aquí.


La función social de la escuela, para mí es innegable, y sin eso ni entendería mi profesión, ni me motivaría de la misma manera. Transmisora de conocimientos y, sobre todo, de valores. Todo ello, teniendo claro, que no debe ser la única, y el papel de toda la sociedad es fundamental, empezando por la familia, pero también el vecino, el de la tienda de al lado de casa, de los medios de comunicación, de los deportistas de élite (en nuestro país, por suerte o desgracia, sobre todo futbolistas), de los periodistas deportivos o no, de los dibujos animados (que ponen en horario infantil), de los programas televisivos (que ponen en horario infantil, y los que no, pero que ellos/as ven), del conductor del autobús, del dependiente de la tienda, de los políticos (cuyo trabajo es “servir” al pueblo)…


Esta semana (el martes) vino a nuestro colegio un exfutbolista del Recre, llamado Iker Begoña. Es amigo de una compañera del colegio, tutora de un tercero (8-9 años). Era el último día de clase, y la maestra quiso que tuvieran esa “sorpresa”. Estuvo en la clase con la maestra, y muy amablemente respondió a sus "inocentes" preguntas. A ese curso, yo les doy clase. Sobre las 11:00 fueron al patio, para jugar un partido. A esa hora, bajé con un grupo de primero (5-6 años), para dar la última clase con ellos. Cuando llegué al patio, estaban los de tercero con Iker Begoña, jugando el partido, así que les dije a los “peques” que nos íbamos a la otra pista. En ese momento, vino Manuel (un niño muy extrovertido y alegre de tercero), y me dice: “Maestro, le hemos dicho al jugador del Recre, que tú dices que todos los futbolistas son unos tramposos”. Miro al frente, y allí estaba Iker, con una sonrisa de complicidad. Hacía un par de meses, en uno de esos días de lluvia (en mi cole no hay gimnasio), nos quedamos en la clase, y les pasé una ficha donde teníamos que analizar un texto donde, de “manera excepcional”, Fowler, futbolista del Liverpool, en un partido contra el Arsenal, aunque el árbitro había pitado penalti, el dijo que no había sido. Ese día debatimos eso y más cosas. Una de las “ideas” que más repetí, y que intentaba que les hiciera “pensar” y “argumentar” a mi favor o en mi contra, era que los futbolistas son los más tramposos, y que siempre intentan engañar al árbitro, y la sociedad lo “consiente” y “machaca” al engañado (el árbitro). Dos meses más tarde, me encontraba frente a frente con uno de esos deportistas de élite, a los que había calificado de tramposos…





























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